-Caminaba.
Caminaba, en la noche,
solo, en medio del campo,
cuando un cuervo
pasó sobre mí.
El silencio,
perturbado un instante
por el ave,
me aterraba.
-Caminaba.
Caminaba, en medio de la noche,
por una calle oscura y silenciosa, cuando,
de repente, ví un extraño brillo que me atrajo.
Me acerqué lentamente, los ojos bien abiertos,
y observé, horrorizado, que aquello ¡era el diablo!.
Sentí cómo se helaba mi sangre y, ofuscado,
sólo atiné a ponerme a salvo escapando.
Y corrí, corrí, corrí, corrí, corrí.
Hace días que no duermo.
-Caminaba.
Caminaba en dirección al hospital,
cuando ví, con gran horror,
que una negra sucia se acercaba.
Arrastraba tras de sí una
catrallada de mocosos
morocos, también mugrientos,
y quedé paralizado.
Mis ojos se iban abriendo
sin que pudiera evitarlo,
más y más, y me sentía
perdido. La adrenalina
hacía que todo mi cuerpo
se preparase, sacando
sangre de la superficie
hacia músculos, dejando
la piel pálida, a la espera
del ataque, para entonces
defenderme o huir corriendo.
martes, noviembre 15, 2005
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