martes, julio 12, 2005

-Sabes.

-

Sabes que mis manos están hechas
para tocar tu piel,
es absolutamente inútil
tratar de ignorarlo.

Sabes que mis manos están hechas
para tu piel,
es absurdo negarlo.

Sabes que mis manos están hechas
para tocar tu piel.

-

Cómo duele amarte tanto,
porque nunca es suficiente...

-

A veces duermo recordando tu locura,
a veces sueño con tu piel, bajo mis labios,
que acarician tu blanquísima figura.

-

Somos amigos, no hay sexo.
Aunque sería realmente fácil
dejarse llevar
por el contacto afectuoso de su cuerpo,
sus abrazos,
que presionan ese perfecto par de senos
sobre mi pecho,
la cercanía de sus labios,
casi dibujados,
sus besos tibios -besos partidos-
en ambas comisuras de mi boca.

Y luego,
cada uno en su propia cama fría.

-Suposiciones.

-Incomprendible-

Existiera
o existiese
la hipotética
chance,
pero no,
ahora que
ya he sufrido
en exceso
me convierto en
victimario,
y sin siquiera
saberlo.


-Ahora-

Jamás aceptarás
que te lo advertí
y ahora que ya estás
cansada del amor
efímero que dan
las mariposas, has
comenzado a sentir
que nos ponemos viejos,

-Sería-

Sería
más sencillo,
aceptable
o fácil
de asumir
todo esto
si nunca
me hubieras
amado
sin amor.

-Supongo-
Tal vez
equivocado
te di
demasiado
y estás
aterrada
por eso.

-

Si me hubieras escuchado
aquella noche de verano
no hubiesen tenido lugar
la disolución de un pacto,
el fracaso de un negocio,
el fin de un plan de vida,
la carta de un viaje loco
en el que lo más probable
es que alguno de nosotros
abandone este mundo.

-Era-

Era,
pero hoy
ya no es
ni un plan
ni un proyecto,
esperanza
o sueño,
porque no estás.

-Nada-

Puedo escucharte,
vas a decirme
la causa,
el motivo,
la razón
o circunstancia
que llevó
nuestro amor
al abismo
y la nada.

-

El azar
nos acercó
y el tiempo
nos unió
y también
nos separó,
pero sólo
luego de
envejecernos,
desgastarnos
y arruinarnos
un poco.

-Me pregunto-

Me pregunto si estás viendo
el mismo cuarto creciente,
rodeado de nubes grises,
sobre el oscuro tapiz del cielo,
o si estás mirando el techo
de la casa de otro hombre.